¿Queréis saber de qué va? Aquí os dejo sinopsis, portada y los primeros capítulos....
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Prólogo
Julián Argüelles soltó un resoplido
quejumbroso mientras ensartaba la llave en la cerradura. Abrió la puerta y con
paso decidido se dirigió a la habitación cerrada mientras mascullaba la rabia
que lo corroía. Tres malditas horas, ¡¡tres!! Ese era el tiempo que llevaba esperándolo
como un necio. Algo que, por otra parte, se tenía merecido por creer que ese
cabeza hueca asumiría sus responsabilidades por fin.
Pero esta vez no habría
excusas; se acabaron las lisonjas con las que solía escapar airoso de sus desplantes.
Sus días de holgazanear libremente estaban contados y Julián se relamía por
ello. Odiaba ser el sensato de la familia, el hijo perfecto que jamás rompía un
plato, el que le salvaba el culo siempre. No podían ser más diferentes y,
aunque lo adoraba, a veces sentía ganas de estrangularlo, como ahora.
Se plantó frente al
cuarto y separó las puertas corredizas blancas, penetró en el interior y chafó
la moqueta color café en su paso hacia la ventana. Antes de correr la cortina
nívea, echó un vistazo a su alrededor. El pequeño sofá tostado situado a la
izquierda de la entrada se hallaba repleto de ropa femenina, la mesa marrón que
estaba junto al cabezal se encontraba cubierta de lo que parecía un pantalón
negro. Los cuadros que la decoraban estaban tirados por el suelo, donde había
también una camisa azul y una corbata negra. Y justo donde él se situaba, más
ropa de mujer.
Julián torció el gesto
y enfocó la mirada hacia la lechosa cama en la que su hermano dormía
plácidamente. Al distinguir los dos bultos que lo rodeaban, abrió los ojos con
sorpresa. Divertido ante semejante escena, agarró la cortina y la movió,
liberando la luz del exterior.
Julián sonrió, a pesar
de su enfado, y tomó asiento en el sofá.
—¿Estás despierto, no?
El atractivo rostro de
su hermano fue formando una sonrisa traviesa que confirmó sus sospechas. Luego,
alzó los brazos, se desperezó y los colocó tras la nuca, mientras sus ojos
cerúleos chispeaban divertidos.
—Te oí llegar, Juli —le
contestó con el apelativo que utilizaba para llamarlo desde que eran niños. Del
interior de la cama se oyeron quejidos y, a continuación, dos mujeres,
desnudas, aparecieron de entre las sábanas. La de la derecha, rubia, y la otra,
morena. Fue esta última la que advirtió la presencia de Julián y lejos de
sentirse avergonzada, lo atravesó con una seductora mirada.
—¿Vienes a unirte,
guapo?
—¿¡Qué!? —Julián tragó
saliva, cohibido por la invitación de la mujer. Se aflojó el nudo de la corbata
y se puso en pie, totalmente nervioso—. Yo… yo…
—¿Te ha comido la
lengua el gato, bombón? —ronroneó la rubia.
Julián huyó de allí.
Daniel soltó una carcajada y acarició el cabello de las dos jóvenes.
—A ti sí que te voy a
comer yo, Sheila.
—Ehhh —protestó la
morena.
—Para ti también hay,
pero después. Ahora tengo que atender al aguafiestas de mi hermano.
—Dile que vuelva, nos
lo pasaríamos muy bien.
—Ya. Lo dudo. Julián es
demasiado formal, además está prometido. Muy pronto le pondrán las cadenas.
—Suerte que tú no te
parezcas en nada —siseó Sheila mientras acariciaba su torso desnudo. Antes de
salir de la cama, besó a una y luego a la otra. Se acercó al armario y cogió su
bata.
—¿Volverás, Dani?
—Siempre lo hago —les
guiñó un ojo y salió al salón.
Sin embargo, su promesa
no se vería cumplida, y todo por culpa del cascarrabias de su padre que le
había exigido acudir de inmediato a la agencia. Tuvo que lidiar con las
protestas de las dos deliciosas mujeres y vestirse en tiempo récord, pues ya
llegaban tarde. Encima, Julián andaba de morros porque le había dado plantón
durante el desayuno. Se colocó las Ray-ban negras y oteó cuanto veía en el
camino mientras hacía muecas por el dolor de cabeza. «¡Qué noche la de ayer! »,
pensó complacido.
Bajó la ventanilla y
suspiró acomodándose en su asiento. Julián condujo en silencio hasta llegar a
Argüelles Publicidad. Entraron juntos, y Daniel desplegó su encanto, primero
con Marta, la recepcionista, después con Jessica, la becaria, y luego con
Luisa, la irascible secretaria de su padre que lo contemplaba disgustada.
—Llegas tarde, niño. Tu
padre está furioso —bufó esta.
—Ese es el estado
natural de papá. Ay, Luisa, ¿te has dado cuenta de que cada día estás más
bella? —Le agarró la mano y se la besó.
—¡No seas descarado,
Daniel Argüelles! Deberías aprender de tu hermano y sentar la cabeza de una
vez.
—Shh, Luisa. Eso ni se
menciona.
—Ya te llegará el día,
niño. Aparecerá la mujer indicada, ya verás.
—La única mujer a la
que quiero eres tú, Luisi.
—Calla, zalamero. Anda,
entra.
Daniel suspiró. Que el
viejo lo llamase a su despacho no presagiaba nada bueno. Pasó sin llamar y se
quedó sin habla al observar a quienes rodeaban a su padre. Todo el que tenía un
cargo importante en la agencia se hallaba presente.
—A buenas horas, Daniel.
—Fernando Argüelles clavó los ojos en su díscolo hijo, perforándolo con
enfadado—. ¡Siéntate! —le ordenó, señalando una silla vacía—. Iré al grano. Te
necesitamos.
Daniel arrugó la
frente. Ya estaba otra vez con el sermoncito del trabajo y encima delante de
toda esa gente.
—Papá, ya te dije, en
la última reunión, que me encargaría de supervisar el departamento creativo. Me
sentaré junto a Lucía esta misma mañana y me iré informando de las campañas que
tenemos.
Fernando desechó su
idea con la mano.
—No. Vas a asumir otra
tarea.
—¿Departamento de
cuentas? —su voz vibró de temor. Daniel contuvo el aliento hasta que vio como
su padre negaba con la cabeza.
—Quiero que investigues
para mí, Daniel. La competencia está robándonos clientes y por más que hemos
intentado detenerlos, siempre van un paso por delante. Es el momento de tomar
ventaja.
—¿Y qué podría hacer
yo?
—A tu hermano se le
ocurrió la idea y aunque confieso que al principio tuve mis reservas, ahora lo
veo claro.
—¿Ah, sí? —Daniel
fulminó a su hermano con la mirada; este se encogió de hombros y rio—. ¿Y qué
tengo que hacer?
—Trabajarás para Dart
Publicidad durante unos meses, creo que están a punto de firmar un contrato
millonario con Robert Tolley, y quiero anticiparme. Jugaremos tan sucio como lo
han hecho ellos este último año. Te hemos conseguido una entrevista como
asistente personal de la directora creativa del proyecto. Serás su sombra día y
noche hasta que descubras la estrategia de su campaña, y se la robemos.
Destruiremos las ideas de esa mujer, del mismo modo que ellos han hecho con
nosotros.
—Eso no será un
problema. Puedo manejarla —se pavoneó, seguro de su atractivo. La conquistaría
y en menos de una semana obtendría todos sus secretos.
—Bueno, hermano. No es
tan sencillo. En esta ocasión no podrás echar mano de tu encanto natural.
—¿Y eso por qué?
Julián miró de un lado
a otro pidiendo ayuda, pero todos, incluso su padre, lo ignoraron. Frustrado,
asumió la desdichada tarea de anunciarle al gallito de Daniel que debía asumir
un rol que no le gustaría nada de nada.
—Representarás un
papel. Te harás pasar por un joven que es… es…
Calló y miró a su padre
angustiado. Fernando puso los ojos en blanco y levantó las manos.
—¡Homosexual! Te harás
pasar por un chico homosexual.
Daniel abrió y cerró la
boca varias veces sin articular palabra. Luego movió la cabeza y susurró:
—¿¡Quéee!?
—Ya me has oído, hijo.
—¡Y una mierda!
—Daniel.
—No lo haré, papá. ¡¡Me
niego!!
—¡Daniel, siéntate! No
hemos acabado. Harás lo que te digo.
—¿Y cómo vas a
obligarme?
—O lo haces o te cierro
el grifo, tú decides.
—Pero…
—Vamos, Dani —terció su
hermano—. Solo son unos meses.
—¡Es ridículo! Yo… yo…
¡Gay! ¡Nadie se lo creería, joder!
—Pues por la cuenta que
te trae, hijo. Que así sea.
—¡¡Mierda!! ¿Y quién
diablos será mi víctima?
—Su nombre es Ruth.
Ruth Lago Maldonado.
1
Ruth contemplaba extasiada la pantalla
de su teléfono móvil. En ella, se apreciaba la figura regordeta y sonrosada de
su única sobrina, Sofía. El bebé de tan solo dos meses reía a la cámara. Era
una auténtica preciosidad, y no lo opinaba porque fuese su tía, bueno, aunque
también. Pero lo cierto es que la pequeña era una delicia. Y más en esa
fotografía en la que lucía el vestidito azul de volantes que ella le había
regalado.
El teléfono de su mesa
comenzó a sonar y apartó de sí el móvil, diciéndose que más tarde le
contestaría a su hermana Sara. Recogió el auricular con un movimiento cansado,
pensando con rabia en lo poco que veía a su familia y amigos a causa del
trabajo, que la absorbía completamente desde hacía casi un año, cuando su jefa
la había dejado a cargo de varias cuentas.
Esa fue la manera en la
que la imponente fundadora de Dart Publicidad, María Vicenta García Pulido, un
ogro verde a la que secretamente apodaba la
Hiena, la probaba. Su intención era delegar en Ruth, que durante años fue
la responsable del departamento de creatividad y su mano derecha en casi todas
las campañas, la dirección de la sede valenciana. Mientras que ella podría
supervisar la nueva Dart que se estaba erigiendo en Girona.
La prueba de fuego era
el contrato millonario que estaba a punto de firmar con Robert Tolley,
propietario de Essence, la gran cadena de perfumerías de alta calidad a precios
low cost. Ruth estaba decidida a
hacerse con la campaña y demostrarle a Mavi que era capaz de asumir cualquier
responsabilidad. Pero Alfredo Roig, el pelota e insufrible primo de su jefa, se
había propuesto desbancarla y arrebatarle la oportunidad.
Él, junto a otros
hombres de la agencia, se burlaban de sus propuestas siempre que podían,
considerándolas sentimentalistas y poco agresivas. En más de una ocasión, Roig
le dijo que se dedicase a dibujar y les dejase a los hombres tomar las
decisiones importantes para cada cliente.
Harta del clima hostil,
Ruth convenció a Mavi para que la dejase crear un equipo de plena confianza, formado
exclusivamente por mujeres, que se encargaría de preparar la campaña de Robert
Tolley. Como su jefa se divertía enormemente con la rivalidad existente entre
sus empleados, estuvo encantada con la idea. Ruth sospechaba que ella misma
incitaba a su primo y al resto para que les pusiesen zancadillas. Así era la
hiena, malvada hasta el tuétano. En fin, no todo iba a ser bueno. Ruth pensaba
constantemente que en cualquier trabajo siempre había un pero y en el suyo
tomaba nombre de María Vicenta García Pulido, o como se hacía llamar: Mavi.
Al otro lado del
teléfono escuchó la voz de Marga.
—¿Ruth? —La voz de su
amiga sonó temblorosa.
—Dime, Marga. —De
repente una idea la asustó—. ¿Ha habido algún problema con los diseños que
estabas acabando?
—No, no. Es otra cosa.
—¿Qué pasa?
—No sé. Algo me huele a
chamusquina, tía.
—¿A qué te refieres?
—Hace unos minutos ha
llegado Roig y…
—¿¡Ahora!? Pero si son
las once.
—Ya sabes cómo es.
Tiene sus propios horarios y reglas.
—Si lo hiciésemos
nosotras…
—La Hiena nos comería. Pero bueno, escucha, el caso es que el muy
engreído se ha acercado a mi mesa y me ha pedido que le lleve un café.
—¡Pero qué se ha
creído! Joder, voy a tener que hablar con él otra vez. Elena, María, Olivia y
tú sois mi equipo, él no tiene que pediros nada.
—Ya sabes que lo hace
para molestar, tía. En fin, lo he mandado a la mierda, por supuesto. Pero la
pobre María, que es más buena que el pan, no ha sabido negarse cuando se lo ha
pedido, y menos mal porque me ha contado que al entrar en su despacho ha visto
en su mesa un dossier enorme de una empresa llamada Rarax, lo he buscado por
Google y es farmacéutica.
—O sea que Mavi le ha
encargado la cuenta.
—Puede, aunque eso no
es lo extraño. Lo que ha sorprendido a María es que en la hoja ha reconocido el
logotipo Argüelles. ¿Y te acuerdas que hace unos meses Fernando Argüelles
estuvo aquí liándola porque nos acusaba de robarles las campañas y los
clientes?
—Sí. La Hiena lo puso verde y lo echó. Pero
si lo que María ha visto es cierto… Eso quiere decir que…
—Que Roig está en el
ajo.
—Y que Mavi también.
—¿Qué hacemos, tía?
—Creo que deberíamos
investigarlo más a fondo. Si nos equivocamos con esto, nos meteremos en un
problemón con la Hiena, pero si
comprobamos que es verdad, yo misma acudiré al señor Álvarez.
—Es su esposa, Ruth, no
creo que mueva ni un dedo.
—Te equivocas. Él es
diferente, Marga. Estoy segura de que no tiene ni idea y que no tolerará algo
así. De momento, no se lo comentéis al resto. Dile a María que nadie más aparte
de nosotras lo puede saber. No quiero que os involucréis en esto, yo misma lo
descubriré.
—Ah, no. Si tú te
mojas, yo también. Y no vas a convencerme, así que no gastes saliva. Lo
averiguaremos, pero juntas.
—Está bien.
—Otra cosa. Acuérdate
que hoy tienes otra entrevista.
Ruth resopló, incómoda.
—No lo recordaba.
—Venga, no pongas esa
voz, seguro que esta vez no es tan malo.
—Ya me espero cualquier
cosa, Marga.
Su amiga soltó una
carcajada.
—Hay que reconocer que
has tenido mala suerte, la verdad. Primero, la señora de noventa años.
Ruth rio acordándose
del momento en el que se había abierto la puerta y una ancianita muy graciosa
entró con el bastón presentándose como candidata para el puesto de asistente
personal. A ella le dio pena rechazarla, así que decidió ponerla a prueba unos
días. El resultado había sido desastroso, la pobre mujer no oía bien y la
mayoría de las llamadas ni las cogía. No obstante, lo peor llegó cuando Tolley
la llamó por primera vez.
Josefina, que así se
llamaba, había descolgado el teléfono y como no entendía el inglés, simplemente
le gritó que se había equivocado de país y le colgó. Ruth casi la ahoga al
enterarse. Esa misma mañana, la pobre mujer le dijo que se iba, que estos eran
unos tiempos demasiado modernos para ella y que prefería disfrutar de Condena de amor, la telenovela que solía
ver a esas horas en casa.
—¿Y la rubia de las
uñas? —continuó Marga—. Te juro que nunca la olvidaré. Llega con unos tacones
de infarto y veinte minutos tarde porque supuestamente su perro se negaba a,
¿cómo dijo? Ah, sí, «a hacer popó».
Ruth rio. Esa sí había
sido buena. Tal y como decía Marga, había llegado tarde por la excusa del perro
y, luego, cuando le estaba explicando sus funciones y dónde estaría su mesa,
abrió la boca y gimió.
—Espera. ¿Tengo que
usar el ordenador?
—Claro. Es esencial en
este puesto.
La chica se había
levantado negando con la cabeza.
—Lo siento, pero
entonces no. Pensaba que simplemente sería coger el teléfono y apuntar alguna
cosa en la agenda.
Ruth pensó que quizá no
tenía dominio del ordenador y por eso se sentía insegura. Decidió darle una
oportunidad.
—Los programas que
manejarás son el Word, Power Point y Excel. Tranquila, puedo enseñarte
cualquier cosa que no sepas, verás que es muy fácil.
—No, no —había
exclamado ofendida—. No es por eso.
—¿Entonces?
La rubia alzó las manos
con cara de pasmo. Y la miró como si fuese tonta y no entendiese lo que tan
obvio era.
—Son de porcelana. —Le
había mostrado las uñas que tenían hecha la manicura francesa con dibujitos de
flores—. ¡Me las romperé! —Se levantó y se fue.
Sí, definitivamente era
muy difícil encontrar un asistente personal. Tuvo que revisar dos veces el
anuncio publicado en las webs de empleo y periódicos para cerciorarse de que
todo estuviese bien.
«En Dart Publicidad se
precisan los servicios de un Asistente Personal / Secretario (preferentemente
mujer) para dar soporte a la gerencia de la empresa. Obligatorio carnet de
conducir y dominio de ofimática a nivel de usuario. Se valorará conocimientos
de la lengua inglesa u otros idiomas. Jornada completa. Sueldo 12.000
brutos/anuales».
Ruth arrugó la nariz al
recordar la discusión con Mavi por el sueldo. En su opinión era demasiado pobre
para las horas que se exigían, mas la bruja no había dado su brazo a torcer.
Serían doce mil o nada.
—Y como no, la última
—rememoró Marga—. La pobre mujer asentía a todo lo que le decías hasta que
mencionaste el teléfono. —Rio fuertemente—. Creía que la entrevistabas para un
puesto de cocinera, no de secretaria.
—Ojalá haya suerte hoy
—emitió débilmente Ruth, sin mucha convicción de que así fuese.
Marga escuchó unas
voces en el pasillo. Apartó el teléfono, giró en su silla y alargó el cuello
para espiar mejor. De repente, agrandó los ojos y comenzó a reír sin tregua. Volvió
a asir el auricular y exclamó:
—Oh, Dios mío. ¡No
puede ser! Esta sí que va a ser buena. Ruth, no sabes lo que te espera.
Y tras esas últimas
palabras, colgó y marchó al exterior.
***
Julián a duras penas
aguantaba la carcajada que amenazaba con salir disparada de su boca. Sus ojos
chispearon durante todo el trayecto hacia Dart; cada vez que miraba a su
hermano, una sonrisa se dibujaba en su rostro. Tardaría décadas en borrar la
expresión de total asombro de Daniel cuando se vio en el espejo. Sin duda, ese
episodio era el mejor de toda su vida, pagaría por repetirlo una y otra vez. Y
no era para menos porque el pobre tenía una pinta…
—No pienso entrar. ¡¡Me
niego!!
—Vamos, Dani. Ya has
llegado hasta aquí, ahora no te puedes echar atrás.
—¿¡Pero tú me has
visto!? ¡Parezco una Spice Girl!
—Yo más bien diría una
mezcla entre las Bratz, la Barbie y la novia cadáver porque, hijo, das un
miedo…
Y ahí se acabó su
contención, comenzó a reír sin parar. Y más cuando vio cómo su hermano se
cruzaba de brazos y hacía un mohín. Daniel estaba pagando con creces todas sus
transgresiones pasadas. La creativa de la agencia, responsable de su actual
vestimenta, se había ensañado con él.
Su atuendo se componía
de unos vaqueros demasiado apretados con los que el pobre no podía ni andar. Un
top (sí, top) rosa chillón. Una chaqueta de pelo blanco, ideal para esa época
otoñal. Y lo mejor, una diadema con una pluma rosa gigante, complementada con
un bolso rosa también. Ah, y unos zapatos de tacón negros con los que mantenía
el equilibrio a duras penas.
Los ojos azules de
Daniel lanzaron dagas a su hermano. Alzó un puño en su dirección.
—Una sonrisa más y…
—Hola, ¿Dan?
Una mujer menuda se
acercó a ellos.
—Eres Dan, ¿verdad?
—insistió ella.
—Sí… —susurró,
asesinando a su hermano con la mirada. Juró que si salía vivo de esta, se la
cobraría.
—¡Estupendo! Mi nombre
es Marga. Ven, sígueme. Te estábamos esperando.
—¡Oh, Marga! ¡Qué
linda! —puso voz de falsete y gesticuló exageradamente con las manos—.
Encantado, corazón.
Julián rompió a reír
una vez más. Daniel apretó la mandíbula y, cuando la joven no miraba, se pasó
un dedo por el cuello simulando lo que le haría. Una muerte lenta y dolorosa.
Julián se desternilló.
—Suerte, cariño. ¡A por
todas! —lo animó, palmeando el culo de Daniel. Este gruñó y forzó una sonrisa destinada
a la guapa morena que se esforzaba por mantenerse seria.
Abochornado, Daniel
caminó hasta una puerta en la que se leía el letrero de Ruth Lago, directora
creativa. Esperó a que Marga tocase y se infundió valor. La tal Ruth era una
arpía que se merecía todo aquello y se recordó que alguien que pudiese robar a
su competencia tan libremente sería horrible, por fuera y por dentro.
Esperó a que la joven
se fuese, asió el pomo, respiró hondo y se metió en el papel de su vida.
—¡¡¡Holitaaaaa!!!
—gritó con un tono muy agudo, moviendo el culo ostentosamente y la mano como si
le fuese a dar un telele. Con tanto ritmo perdió el equilibrio y cayó al suelo.
La maldita diadema se desplazó hasta sus ojos.
Ruth no tuvo tiempo de
reaccionar. Tras la sorprendente entrada, escuchó un golpetazo y lo siguiente
que vio fue a su entrevistado en el suelo. Corrió a ayudarlo.
Daniel se recolocó la
diadema y aleteó las pestañas postizas. Al enfocar la mirada enmudeció.
—¿Tú eres… eres Ruth?
—preguntó con voz ronca, olvidándose de su rol.
—La misma —respondió
sonriente, y Daniel sintió un pinchazo en el pecho.
Ella le ofreció la mano,
y él la miró arrobado. Luego recorrió su esbelto y delgado cuerpo enfundado en
un vestidito rosa con estampado de colores y acabó enfocándose en esa cara de
hermosa perfección. Unos ojos oscuros, de tonalidad marrón chocolate, grandes,
redondos y seductores dominaban la carita pequeña de rasgos delicados y
carnosos labios.
Por un instante olvidó
su propósito y se dispuso a desplegar todo su encanto con esa diosa terrenal,
hasta que su móvil sonó con la canción Barbie
Girl, de las Spice Girls. Y lo único que pudo hacer es forzar una sonrisa
mientras planeaba las mil y una torturas que le infringiría a Julián.
3 comentarios :
Qué pronto voy a echarle el guante a este libro... En cuanto tenga un poquito de tiempo. Me ha gustado mucho este fragmento. Mucha suerte guapa!!
A por él que me voy ahora mismo... ahorita mismo... jajajaja
Seguro que es un éxito Alexia.
Un beso.
Marian Arpa.
Muchas gracias, chicas. Un besazo <3
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